Tienes que escribirla una y otra vez, y otra. Davinia V. Reina

La obra de Davinia V. Reina (Sevilla, 1986) se desarrolla a través de los lenguajes del diseño gráfico, la estampación, la instalación y la edición de libros. En esta ocasión podemos ver una serie de obras que ha desarrollado a lo largo de los últimos dos años, Victoria Regia, que nos acerca al trabajo como impresoras de un grupo de mujeres que, en la Inglaterra victoriana, se organizaron y autoemplearon para crear libros y publicaciones que difundían textos e ideas protofeministas y en defensa de la igualdad.

 

Tienes que escribirla una

y otra vez, y otra

(Texto: Raquel G. Ibáñez)

Tomar uno o varios libros. Sumergirse en ellos hasta que no quede aliento. Atomizar el contenido, las letras y los glifos, las ausencias que deja una hoja en blanco. Descomponerlos, al fin y al cabo, es pura celulosa, tintas, algo de cola e hilo. Recrearse en la potencialidad matérica. Este proyecto contiene libros que a su vez escupe, como una suerte de autofagia poética.

Las planchas de serigrafía se disponen en crudo, con sus manchas de tinta desbordando los marcos, en un juego sin floritura ni trampantojo. Formas rectangulares que se apilan y colocan, creando un desfile de capas donde, irónicamente, nos es posible ver una evidente ocultación de información. Un código formal que reclama el acercamiento de los cuerpos; la entrada en los elementos que conforman las instalaciones para, así, tensionar lo que es –e imaginar lo que podría ser– un ejercicio de lectura no lineal. Y es que, en “Tienes que escribirla una y otra vez, y otra”, el cuestionamiento del relato está en todas las piezas que la componen.

Fragmentar el relato es, posiblemente, el gesto más pequeño para crear fisuras en el status quo que representa y valida: perforar un hueco donde colarse, –reventarlo suaventemente– es abrir la grieta para iluminar lo invisible y dar agencia a las subalternidades. Cheryl Buckley (1), señalaba la responsabilidad directa de los historiadores del diseño sobre la creación de un relato profundamente patriarcal ya que, sistemáticamente, han ignorado a  las mujeres que han sido parte del desarrollo del oficio. Lo que era un proceso de borrado muy tosco –un vacío total– se fue refinando mediante estrategias más sofisticadas y perversas: clasificando, jerarquizando y priorizando ciertos tipos de diseño, categorías, estilos, movimientos y modos de producción que han estado fuera del control de las mujeres y, que por tanto, han servido para que se las excluya de la historia (2).

“Tienes que escribirla una y otra vez, y otra” es un doble ejercicio de desgarro de estas narraciones hegemónicas. El proyecto se inicia con la revisión de materiales basados en prácticas de diseño editorial que buscaban tensionar esta historiografía, mediante la reorganización del trabajo y la producción de pensamientos feministas en un contexto muy determinado, como es la época victoriana inglesa. Davinia V. Reina articula su proceso mediante la recuperación de publicaciones editadas por Victoria Press, una imprenta creada por Emily Faithfull en 1860 cuyas trabajadoras eran mujeres en un sector completamente masculinizado. La artista trabaja fundamentalmente, con dos iniciativas que nacen en esta imprenta: The English Women´s Journal y Victoria Regia. El primero, una revista burguesa de carácter protofeminista donde las mujeres podían difundir, entre otras cosas, el ideario sufragista; el segundo, una colección de prosa y poesía editado por la poeta feminista Adelaide Anne Procter.

Apenas 60 años después, Virginia Woolf publicaba Una habitación propia. En una parte del libro, la fragmentación de la escritura nos lleva directamente a una enumeración que bien podría ser un poema:

Veneradas como diosas por,

Más débiles en lo moral que,

Idealismo de,

Mayor conciencia de,

Ofrecidas como sacrificio a

Musculatura más débil de,

Intensidad de los afectos de,

Vanidad de, (3).

El listado se conforma por 23 líneas, aunque aquí solo se muestran 8, en un desorden caprichoso e intencionado. En el texto de Woolf se abordan una serie de cuestiones que tienen que ver, justamente, con el relato de la mujer construido mediante voces masculinas y cómo la historia y la literatura crea imágenes de la mujer que no corresponden a la realidad doméstica. Señala la figura del historiador y del experto, también, como agentes legitimadores y, por ende, opresores. Enuncia las imposibilidades del desarrollo profesional de la mujer aunque, en este caso, vinculado a la producción literaria. Pero, como dijimos al principio, los libros siempre están presentes en este proyecto. Al igual que con la enumeración de la escritora británica, Davinia hace un ejercicio de edición y reescritura sobre los materiales de Victoria Press: selecciona trozos que luego dispone como publicaciones hechas a mano. En un gesto de adición y sustracción,  la artista se sumerge en unos contenidos muy concretos para trabajar desde su propia descomposición; potenciando así la fragmentación del discurso como un modo de polifonía blanda, maleable; una manera de portar esas voces a un contexto diferente: traerlas al presente sin pretensiones testimoniales, sino como interrogantes que nos interpelen en el aquí y el ahora.

Bajo esa misma lógica de la añadidura y resta, la noción de «capa» entendida como estrato, se cuela en el proyecto interconectando lo retórico con lo literal. Las capas aparecen en muchos procesos de artes gráficas: espacios que reciben la tinta, huecos que se reservan para el papel, colores que se van añadiendo, alimentando así la composición global de la imagen. La serigrafía o cualquier trabajo con un software de edición gráfica utilizan este sistema. Se superponen ofreciendo una riqueza aditiva, pero también pueden jugar con su opacidad, ocultando los orígenes. En la serigrafía, medio que utiliza Davinia, operan otras variables que enriquecen la propuesta, ya que es una técnica que se trabaja en negativo, de tal modo, que lo que ha sido seleccionado para ser reescrito pertenece a los campos de la oscuridad. Un espacio liminal entre lo visible y lo que se mantiene oculto, que nos interroga sobre la legibilidad de las voces silenciadas.

La creación de Victoria Press actuaba directamente sobre la empleabilidad de la mujer, rechazando la diferenciación sexual del trabajo. La concepción más tradicional de diseño, está muy vinculada al oficio: un espacio donde la creatividad está al servicio de una técnica que –además– es funcional. Hay un romanticismo manual en torno al diseño editorial: de algún modo se salvaguarda y preserva un conocimiento que se difunde gracias a las artes del libro. Aunque un incunable y un manuscrito son ejemplos muy evidentes, las imprentas continúan con esa tradición en una suerte de liturgia jerarquizada, más que una cadena de producción al uso. La fisicidad de las imprentas (maquinarias pesadas y robustas, disolventes fuertes, así como sonidos metálicos) conllevan un imaginario que mezcla lo manual, lo industrial y algo que pertenece a otra esfera de lo poético o intelectual. En ese ejercicio historiográfico de clasificación del diseño, las mujeres quedaban fuera, en parte, porque se las había relegado a categorías de diseño menores por su relación de uso. Las mujeres estaban más cercanas, entonces, a la artesanía y a las artes decorativas, produciendo objetos para contextos domésticos; objetos que –además– contaban con una temporalidad determinada que comprometía su trascendencia en la historia: una olla se rompe, un vestido se desgasta.

En “Tienes que escribirla una y otra vez, y otra” encontramos las herramientas pero también los resultados. Marcos y planchas de serigrafías, libros encuadernados a mano; cristales y cerámicas con un claro guiño a lo ornamental. Lo doméstico y lo industrial; las formas geométricas y las orgánicas,  se contaminan y envuelven entre sí,delicadamente. Aquí hay una voluntad clara de alejarse de las categorías estancas modernistas y de la concepción perversa del «buen diseño», reafirmando el trabajo con el cuerpo, procesos manuales donde no se busca un virtuosismo o una factura impoluta; tampoco la creación de objetos exclusivistas o genuinos; no hay una funcionalidad enunciada. Libros que no son libros; cerámicas exentas de una mano que las use o las recorra. Y es que todo este proceso es, de nuevo, un ejercicio de escritura que atraviesa los formatos. Se escribe con tinta, con barro y cuerpo; sin borrar la huella del pulso, de la mano, su temperatura y aliento. Y es que, como enunciaría Ursula K. Leguin:

Su trabajo

se hace con ollas y cestas,

carteras, latas, cajas, bolsas de viaje, sartenes, botes, jarras, armarios, roperos cuartos, habitaciones de casas, puertas, escritorios en las habitaciones de las casas, cajones y casillas en los escritorios, compartimentos secretos

en los que perduran por generaciones escritos secretos.

Su trabajo

se hace con letras,

letras secretas.

Letras que no se escribieron

para las generaciones.

Tienes que escribirla

una y otra vez, y otra.

Trabaja con el cuerpo,

una jornalera. (4).

 

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  1. Cheryl Buckley. Made in Patriarchy: Toward a Feminist Analysis of Women and Design.
  2. Raquel Pelta. Mujeres y tipografía: un lugar en la historia.
  3. Virginia Woolf. Una habitación propia.
  4. Ursula K. Leguin. The Writer on Her Work.

 

Fotografías: María Platero

Davinia V. Reina

Del 20 al 30 de mayo de 2021

Tienes que escribirla una y otra vez, y otra

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