Poética de la madriguera. Organiza: BOOM! Art Community
Enay Ferrer entiende el arte como un artefacto subversivo que le permite la proyección de su pensamiento crítico mediante una discursiva visceral, disruptiva, transgresora y absolutamente autorreferencial. Un instrumento con el que denunciar las violencias ejercidas por las oligarquías políticas, económicas, militares o religiosas de nuestro tiempo en pos de perpetuarse en el poder.
En su narrativa emerge una defensa a ultranza de los valores morales del individuo, señalando con su pintura la verdad que nos circunda, la de una realidad ficcionada en la que el individuo se desnaturaliza nadando en las turbulentas aguas de la sociedad del espectáculo. En palabras del propio Ferrer, “la realidad es una narrativa personalizada y lo demás es negociación […] Incluso la verdad y la mentira se negocian”.
Su pintura es una continua proyección de su posicionamiento político y de todos los valores propios que lo refuerzan, configurándose como un acto de rebeldía en el que la plástica apuntala el discurso. El autorretrato tiene un peso específico dentro de su producción, pero en sus obras hace también referencia a popes revolucionarios, referentes religiosos o personajes de dibujos animados, todos ellos al servicio de un mensaje irónico y corrosivo que en ocasiones linda con la ambigüedad interpretativa. Enay es un conejo, un gallo o un cuervo por momentos, interprete usted lo que le venga en gana.
Formalmente sus cuadros son de una fuerza expresiva descomunal, pues Enay no titubea a la hora de hacer evolucionar cada pieza. Esto le lleva a superponer capas de significado por puro instinto, de tal modo que podemos concatenar lecturas y perfeccionar con nuestra mirada cada obra. Como él, su mancha es espontánea y enérgica, con una fuerza animal basada en la sinceridad de un proceso en el que lo emocional guía dinámicas que coquetean con la pintura automática.
Para esta Poética de madriguera en Galería Nueva hemos escogido parte de las obras más recientes de la producción de Enay, piezas representativas de su potencia plástica y discursiva. Pero aprovechando el espacio hemos querido jugar con el proceso creativo del artista venezolano, configurando un discurso expositivo de ida y vuelta en tres movimientos: uno que nos muestra al Enay de las ideas que toma la decisión primigenia, para a continuación enfrentar el soporte y liberarse mediante un impulso salvaje. Y, finalmente, el Ferrer que recupera el pulso pictórico de la pieza a través del talento, reorganizándola compositivamente sin desnaturalizar el gesto previo.
La pintura de Ferrer resulta un ejercicio artístico directo y fascinante, que nos sumerge en el universo formal y simbólico de un artista que se niega
Íñigo Rodríguez Román
Comisario
