Un pocket de MARTE
Un Pocket de MARTE
Del 17 al 22 de mayo
MARTE es una plataforma para la difusión del arte contemporáneo que realiza actividades durante todo el año y culmina en noviembre con la celebración de la Feria de Arte Contemporáneo de Castelló, que en su novena edición se celebrará del 16 al 19 de junio de 2022.
MARTE se ha posicionado como la única feria de arte de la Comunitat Valenciana y se caracteriza por dirigirse a todo tipo de públicos y por ser la cita ideal en la que iniciarse en el coleccionismo. Un pocket de Marte, del 15 al 22 de mayo en Galería Nueva Las Letras es la presentación de los participantes este año: Óscar Seco (artista invitado), Rigoberto Camacho (Art Corner Gallery), Isabel Merchante (Atelier Solar), Annita Klimt (DDR Art Gallery), Alberto Amez (Espacio Líquido), Ana Rod (Espacio Nuca), Juli About (Est Art Space), Federico Granell (Galería Llamazares), Iván de Menis (Galería Xavier Fiol), Miguel Ángel Erba (Herrero de Tejada), Alba Lorente (La Carbonería Espacio de Arte), Cristina Ramírez (La Gran), Paco Dalmau (La Mercería), Rubén Torras Llorca (Pep Llabrés Art Contemporani), Rosanna Casano (Piramidón Centre d’Art Contemporani), Alicia Torres (Shiras Galería), Fernando Navarro (Naranjas con Arte), Arturo Sarramián (Premio Marte Nacional), Carlos Sebastiá (Premio Marte Castellón), y Paloma de la Cruz, Sandra Val, Virginia Paradise, Raquel Algaba, Álvaro Albaladejo, Iván Forcadell y Montserrat Gómez de Osuna, del Espacio Cerámico comisariado por Teresa Calbo.
«Este año se cumplen nueve años de nuestra relación. Al principio no podía soportarlo, ahora ya estoy acostumbrado. No sé su nombre. Es un tipo de apariencia normal, lleva un mono de trabajo blanco con algunas manchas de pintura que hace juego con unas incipientes canas en las sienes, y tiene una cara bastante común.
Lo conocí, como he dicho, hace nueve años, una mañana septiembre que hacía bastante calor. Yo estaba sentado en un banco en la plaza de delante del Palau de la Festa de Castelló (los primeros años montábamos allí), leyendo el programa de actividades en un catálogo parecido a éste.
De repente sentí que algo me tocaba la cabeza. Era el mismo hombre que ahora, mientras escribo, me sigue golpeando, mecánicamente y sin inmutarse, con un pincel.
Es un pincel de marta roja, con buena elasticidad, de los que se usan para pintar al óleo. No es cualquier cosa, de esos de cerda sintética, no. Se nota que es un tipo preocupado por la calidad del producto que usa.
En esa ocasión me di vuelta lleno de indignación, pero él siguió golpeándome. Le pregunté si estaba loco, pero ni siquiera pareció oírme. Entonces lo amenacé con llamar a la policía. Permaneció imperturbable, fiel a su tarea. Después de unos momentos de indecisión, y viendo que no iba a cambiar su actitud, me puse de pie y le di un puñetazo en la nariz. El hombre cayó al suelo y dejó escapar un gemido casi inaudible. De inmediato se levantó y sin decir una palabra comenzó a golpearme en la cabeza con el pincel. Su nariz estaba sangrando y, en ese momento, sentí pena por él, remordimiento por haberle golpeado con tanta fuerza. Después de todo, el hombre debía ser un artista experimentado, o de media carrera al menos, pues no me daba de forma contundente, se limitaba a golpearme ligeramente con su pincel, sin causarme demasiado daño. Un profesional, vamos.
Por supuesto era fastidioso, como cuando una mosca se te posa en la frente, que no sientes ningún dolor en absoluto, pero sí molestia. Pues bien, ese pincel de marta roja era como una mosca gigante que aterrizaba en mi cabeza una y otra vez a intervalos regulares.
Convencido de que estaba tratando con un artista loco, traté de escapar. Pero el pintor me siguió sin decir palabra, mientras me golpeaba. Así que empecé a correr. El pobre artista, que debía tener el cuerpo castigado por la mala vida habitual en el gremio, no podía seguirme, estaba jadeando y resoplando, por lo que pensé que si yo seguía obligándolo a correr, mi
torturador caería muerto allí mismo. ¿Qué hubierais hecho vosotros? Pues eso, que al final, a vosotros y a mi nos gusta el arte y los artistas. Y claro, ralenticé el paso, no fuera que la palmara. Lo miré. No había ni rastro de gratitud ni de reproche en su rostro por haberlo esperado. Se limitó a golpearme en la cabeza con el pincel de marta roja.
Pensé que era mejor volver a casa. Y el artista a lo suyo, sin dejar de pegarme con el pincel. Todo el mundo se volvía estúpidamente a mirarnos. Se me ocurrió decirles: ¿Qué estáis mirando, idiotas? ¿Nunca habéis visto a un artista golpear a un tío en la cabeza con un pincel? Pero se pensé que probablemente nunca lo habrían visto, porque Castelló es pequeño, tiene su punto surrealista, pero tampoco tanto.
Cuando llegué a mi casa, traté de cerrarle la puerta en las narices. Pero él puso el pie en el portal y logró pasar. Desde entonces, no ha dejado de golpearme en la cabeza con su pincel. Hasta donde yo sé, el artista nunca come ni duerme. Su única actividad consiste en pegarme en la cabeza con su pincel de marta roja.
Le he pedido, en muchas ocasiones y en todos los tonos posibles, que me explique su comportamiento, pero ha sido en vano, él ha continuado sin hablar golpeándome en la cabeza con su pincel. Normal, no le debes pedir al artista que te explique su obra.
Muchas veces le he golpeado yo, con una brocha de cerda dura. Incluso una vez lo pulvericé con una pistola de pintar gotelé, pero él acepta dócilmente mis ataques como si fueran parte de su trabajo artístico.
A pesar de su falta de necesidades fisiológicas, sé que cuando lo golpeo él siente dolor. Sé que es mortal. Aunque me da la impresión de que después de muerto seguiría golpeándome la cabeza con su maldito pincel.
Por otro lado, recientemente he llegado a la conclusión de que no podía vivir sin esos golpes. Ahora, cada vez con mayor frecuencia, padezco una ansiedad derivada de la idea de que este artista, tal vez cuando más lo necesite, partirá y ya no volveré a sentir su pincel en mi cabeza.
Nueve años de arte golpeando la cabeza. Nueve años de una relación de amor y odio, con interrogantes, obligados a cuestionarse continuamente. Así es para muchos de nosotros: en demasiadas ocasiones, un drama, un tormento, pero siempre el principal condicionante que otorga la felicidad y nos permite ser la expresión plena de quienes somos».
Joan Feliu
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